Julieta
Soy Julieta Reisfeld, diseñadora de indumentaria de profesión, creativa por naturaleza, madre de tres varones y una gladiadora de la vida. Nunca estuvo en mi mente la posibilidad de que yo, siendo una persona joven, sana, rigurosa con mis controles de salud y después de haber amamantado casi durante dos años a cada uno de mis tres hijos pudiera terminar con un diagnóstico tan terrible para una mujer como el cáncer de mama. Siempre toda la vida fui una luchadora para lograr mis objetivos, y supe superar momentos muy difíciles, me fui a vivir a capital a los 17 años para estudiar, perdí dos embarazos hasta que me detectaron una enfermedad protrombótica y con un tratamiento muy innovador para ese momento pude atravesar con mucho cuidado mis tres embarazos de riesgo. Pasé una cesárea de emergencia con mi primer hijo, pero nada me detuvo. Pero nunca jamás me imaginé que iba a tener que pedir ayuda, aprender a recibirla y correr de esta manera para salvar mi propia vida. Estábamos en el mes de febrero del 2021 año post pandemia mundial, en dónde por razones obvias muchos nos quedamos encerrados, por miedo al contagio dejamos de ir a los controles y el mundo y la vida se nos fue de las manos. Hacía un tiempo que estaba muy angustiada, me la pasaba llorando y me sentía muy triste. Con esa premisa y luego de conversarlo con mi marido decidí que era el momento de buscar una psicóloga para poder calmar esto que me estaba agobiando. En la primera cita, lo recuerdo como si fuera hoy, le dije: estoy acá porque tengo miedo de enfermarme. En marzo, haciendo un esfuerzo enorme para superar los miedos del Covid retomé mis controles ginecológicos que había salteado en el 2020, y como ya se me había caído en dos oportunidades el diu, era muy importante para mi volverlo a controlar. En el encuentro con mi ginecólogo confirme lo que venía a controlar, el diu se había vuelto a bajar, por lo que me lo sacaron ya de forma definitiva. En mi mente ya había cumplido con el objetivo del control anual ginecológico, pero no me imaginaba es todo lo que vendría después. En la mamografía, que costó muchísimo hacer ya que mis mamás son muy pequeñas, detectaron un grupo de microcalcificaciones que le llamaron la atención a la técnica que la hizo quien en definitiva me salvó la vida, y mandó a hacer un estudio de ampliación. Ahí ya estaba claro que algo no andaba bien, y me derivaron a un mastólogo de urgencia que me mandó a hacer una punción... Y sin darme tiempo a pensar demasiado mi vida estaba cambiando de rumbo radicalmente. Empecé a hacerme los estudios sin pensar en nada malo. En cuestión de días ya sabía que tenía un cáncer de mama muy prematuro, imperceptible al tacto, que había que sacar antes de que eso creciera. Durante todo este proceso tuve mucha suerte, porque estuve muy acompañada por mi familia y mis amigos, entre ellos varios médicos que estuvieron a la altura de las circunstancias y me guiaron perfectamente para lograr el objetivo sin dudarlo, y sobre todo, tuvimos con mi marido una capacidad de reacción casi inmediata que hizo que le ganáramos tiempo a todo. En cuestión de 15 días, con mucha burocracia de por medio con mi prepaga y con el incondicional apoyo de mi entorno yo ya entraba al hospital Austral, para mi primera operación. Iba cómo un soldadito, sin pensar en nada más que ganar la batalla para volver a estar con mis hijos.
En ese momento fue todo un caos y terminé entrando y saliendo del quirófano sola, ya que por distintas cuestiones que fueron sucediendo en paralelo nadie pudo acompañarme. Pero no tuve miedo, estaba muy segura de mi misma y confíe tanto en los medicos que me estaban tratando que no había espacio para que nada malo sucediera. Ahí me di cuenta que poderosa y valiente que podía llegar a ser, me sentí orgullosa de mi misma y eso me dió mucha fuerza para seguir enfrentando lo que vendría. La primer operación salió bien, yo me volví a mi casa en Bariloche, pensando cómo seguiría mi tratamiento para terminar con esa pesadilla. A los quince días recibí el llamado de mi mastóloga, que con la voz quebrada me decía que la biopsia había dado mal y me tenía que volver a operar porque los márgenes no estaban libres de cáncer. En ese momento sí que se me derrumbó el mundo entero... no podía levantarme, no sabía de dónde sacar fuerzas para poder encarar está segunda operación con la energía y la seguridad que había enfrentado la primera. Con mucho trabajo psicológico y el amor de mi entorno volví a emprender el segundo viaje ya sabiendo que está vez ya no volvería a ser la misma, habíamos decidido en conjunto con mis médicos que me sacarían la mama completa, y con ella se iría el cáncer de mi cuerpo. Y así fue, en el mes de junio me operaron por segunda vez, me sacaron la mama derecha, decidí que no estaba preparada para hacerme ahora una cirugía reconstructiva por lo que desde entonces tengo una gran cicatriz en mi pecho que me hace recordar cada vez que me miró lo importante que es hacerse los controles a tiempo!. Hoy a 5 meses de haber vivido todo esto estoy bien, no tomo ninguna medicación, ni tuve que hacerme rayos. Cambie de vida, de forma de ver las cosas: me mudé de país y no me importa nada más que estar con mis afectos y disfrutar de las cosas verdaderamente importantes para mí. Entendí a la fuerza que lo único que me va a quedar es lo vivido...
